¿Se ha preguntado, amigo lector, qué canción compondría Antonio Vega de seguir vivo? Quizás algo muy parecido a “La espina del rosal”, el single de presentación de la homónima entrega discográfica de El Jardín de María, una declaración de principios que descubre la sinceridad de una voz, la de Carlos Moraleda, que aflora para cantar las verdades a las que tanto nos acostumbra el día a día. La canción, que ya conocíamos en formato acústico, se enriquece con guitarras, baterías y armónicas en un conjuro instrumental que la envuelven en ese halo de magnificencia sonora que lejos de aburrir, aporta.
Del resto del disco adelantar que en él han dejado su (buen) gusto instrumental gente como José María Guzmán (Cádillac), Ángel de Venancio, Santiago Clapton, Adolfo R. Carrera, Alberto Calderón, Javier Butler “Javas”, o Johann Barrera, además de un sempiterno Manolo Tena en la última canción escrita por el pacense y que pondrá punto y final a un disco que promete y cumple. El pop más fresco y actual, el que deja huella para siempre porque reescribe la banda sonora de nuestras vidas, tiene nombres y apellidos: Carlos Moraleda y David Hurtado, El Jardín de María.
